A finales de febrero, exactamente por mi cumpleaños, viajé por primera vez a la Ciudad de la Luz, que no son los estudios cinematográficos alicantinos del mismo nombre, es decir que fui a Paris.
Para mayor satisfacción fue en compañía del amor de mi vida, pues fue su regalo por mi aniversario.
Una de las noches en la capital francesa dimos con un pequeño bistró, recomendación de una guia de la excursión diurna, y me vais a matar, pero no recuerdo el nombre.
Bueno, a lo que iba, el local en sí ya me ensimismo, por lo acogedor, y el ambiente era muy casero. Para empezar la carta era una pizarra que nos enseñaron apoyada en una silla y con todos los platos, incluídos los postres, escritos a tiza.
Después de mucho cavilar, nos decidimos por un foie de la maison y un tartar de atún con jengibre y albahaca, seguimos con unas vieiras con crema de espinacas y un pichón con setas. Para el postre nos decantamos por los quesos y los sorbetes caseros. Estuvo todo delicioso y disfrutamos de la cena así como de la compañia de nuestras vecinas de "table", unas norteamericanas muy simpáticas, con las que además de conversación compartimos algún que otro plato. Todo regado con un chateaux blanco seco, muy suave y que maridó a la perección con todo.
El caso es que de todos yo elegí como el mejor, el tartar de atún, que yo pasé a denominar "tartar parisien", pues bien como no lo dejé reflejado en una foto, no lo podéis comparar con el que he elaborado yo, que es el de la foto superior.
Que cómo lo hice?
Atún fresco (por supuesto congelado) macerado con un poco de jengibre, zumo de lima y cilantro picado. Un poco de pan, aceite de oliva, clara y yema de huevo cocido, alcaparra y cebollino, et voilà. Es muy fácil, quedas de maravilla, bien como entrante o bien como una tapita, y por supuesto está riquísimo. Probad y me contáis.